¿Qué eres juzgador o juzgado?
Cuidado con que elección haces porque ambas son igual de complicadas. En ambas
te dicen que barco tomar y en que puertos atracar.
En la realidad en la que vivimos,
estamos rodeados de ellos, de pequeños juzgadores. Maestros que aleccionan a
los juzgados.
Son pequeños dictadores de lo ajeno. Se
sienten dueños y señores, con suficiente legitimidad de entrar en la vida de
los extraños y enjuiciar con total impunidad.
Lo arrasan todo de manera torrencial y pobre de aquel desgraciado
juzgado, que encuentran en su camino.
Tenemos a diario a miles de
juzgadores de a pie, dueños de la verdad tirana.
En cambio, si eliges el papel de
juzgado, tampoco creas que es mejor. Es igual de complicado. Tienes que actuar según
los patrones establecidos, y siempre contentar a todos. Tu mayor miedo es el
que dirán y tu peor enemigo es el publico.
Constantemente midiendo tus palabras y tus actos, para que no llegue ningún
juzgador con su mazo de la verdad dictando sentencia.
Y es curioso, porque ambos roles
llevan vidas muy apenadas. El juzgador no es más que un pobre desdichado con
una vida vacía, que intenta edulcorarla con la de quien le rodea, y si es
cercano mejor.
En realidad él quisiera vivir esa
vida que tanto le molesta. Lo que siente no es otra cosa, que ese sentimiento, tan
viejo como banal, la envidia. El quisiera que su vida fuese tan criticada como
la del ajeno. Pero en cambio su vida no
es más que fachada de un edificio en ruinas en sus cimientos . Por lo que su única
escotilla al exterior, no es otra, que coger su mazo y repartir justicia a esos
pobres infelices que se atreven a vivir.
No es mejor la del juzgado, nunca
llegara realmente a estar donde quiere ni a sentir lo que quisiera. Aparentemente sí, pero no en su interior. El
se siente enjaulado, con ganas de salir
y gritar continuamente. Con esa sensación que lo oprime y a veces no lo deja
conciliar el sueño. Y es ahí, en sus sueños donde únicamente es libre, donde
puede decir lo que piensa y hacer lo que realmente desea. Quizás, no le guste la personas que tiene a su
vera, o su trabajo, o su ciudad o su cuerpo, o incluso sus propios sentimientos
le aterran. Quizás es eso lo único que
siente, terror. Terror por no poder en un momento coger las riendas y dirigir él
su propio rumbo. Recordemos que siempre tendrá detrás a los ojos de un juzgador
con el mazo preparado.
En este punto, me atrevo a dar un
consejo a ambos.
Cuidado juzgador, porque la vida
es caprichosa y puñetera. No hay otra que le guste más que ponernos en abismos
imposibles. Cuidado, porque aquello que con tanta vehemencia enjuicias puede
convertirse en tu película, y tu por capricho de unos dados en el protagonista
.
Tampoco me quiero olvidar del
juzgado, mi consejo para ti, no es más que una pregunta. ¿Te compensa?
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