domingo, 3 de enero de 2016

EL hiyab


Es un tema que a raíz de mi estancia prolongada en Ceuta y Marruecos me ha llamado la atención. Observo a las mujeres que me rodea y el noventa por ciento de ellas lo llevan. Además, para mi asombro, desde edades muy tempranas. 

No quiero entrar en temas estrictamente jurídicos, religiosos, morales o éticos, pero si quiero lanzar un pensamiento. 

Me parece cuanto menos curioso, las opiniones tan controvertidas que surgen a raíz de esta prenda. El sector islámico, afirma que el velo no es un gesto opresivo para la mujer, sino todo lo contrario, defienden que esta prenda es una medida de protección a estas. Ellos razonan que el velo, las protege de comentarios malintencionados e insolentes, y las distingue como mujeres respetables y devotas. Es por tanto que, según este sector, las mujeres, necesitan dicha prenda para convertirse en respetadas por la sociedad.

Por otro lado, existe un sector cristiano, en el que afirma que el velo oprime la libertad de elección de la mujer. También resulta incoherente de esta postura, que cuando las mujeres de altos cargos o presidentes visitan al sumo pontífice se tapen la cabeza con un velo en señal de respeto.

Quizás estas dos posturas al final, están más unidas de lo que ellas creen. Lo que si me queda más claro es que ambas posturas religiosas caen ellas mismas en contradicciones. En lo que si que coinciden ambas, es en indicarle fervientemente a las mujeres, como deben comportarse.

Pero por encima de esto, cuando observas tu alrededor en estas ciudades, en la calles, que es dónde realmente se muestra la sociedad, te das cuenta que las mujeres están intentando salirse de estos dogmas como pueden o como le dejan. Existe un sector que quiere seguir con sus tradiciones, pero quiere actualizarlas a ese mundo que les rodea.

Las jóvenes cada vez más llevan velos menos tupidos, con más colores, y más cortos. Cada vez más, visten como cualquier mujer occidental y conjugan su ropa con el velo. Poco a poco van rompiendo con contundencia las costumbres.

Ellas adoran y respetan a sus antecesoras pero no comparten su manera de ver la vida. Son su ejemplo como madres y como mujeres, y partiendo de esos valores, quieren escribir su propia historia. Y ojalá las escriban.

Esas jóvenes son el grito en silencio que poco a poco corroe los cimientos de la tradición. Son mujeres valientes, con ganas de decidir sobre su vida y de seguir su propio camino.


Si de verdad creen que podrán parar a esta generación de mujeres libres y pensantes, con sus verdades absolutas e incuestionables, déjenme decirle muy señores míos, que están muy equivocados y lo peor, es que ni se imaginan cuanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario